En la segunda semana del mes de enero nos ha visitado el poeta Santiago Gómez Valverde. Ha estado con nuestros alumnos de PCPI. En nuestra memoria quedan sus palabras, su presencia, ... y estas fotos y el texto que nos dedicó.
EL MILAGRO DE VUESTRA PRIMAVERA
Mirad, amigos, amigas, compañeros de viaje, uno de los aspectos que más, sobresalientemente, pondero es la emoción.
La ubico por encima de la inteligencia- la cual tampoco es baladí-;
sin embargo, aquélla se traduce, entre otras múltiples revelaciones, en
hacernos entender, aun sin ser conscientes de ello, el porqué de todo lo
que en nuestro interior o exterior -inmediato o no- sucede. El zumo de
la elogiada palabra se destila en nuestra existencia, ya que lo sabe
históricamente todo, con la lección bien aprehendida. Es probable,
perdonad que especule al respecto, que la emoción atesore más vidas que
las nuestras; y por ende, introduce, sin ser invitada al banquete, con
fluidez soberbia su cuchara en el plato que nos sirven.
Conocer es amar, siempre lo he intuido; mas esa especie de escalofrío
repentino que uno siente, cuando ese rayo invisible cruza de norte a
sur el país insondable de tu alma, equivale, en mi opinión, a cualquier
ínclita dosis extrema de sabiduría que las aguas ilustradas de las
bibliotecas pudieran verter en el aparato digestivo del cerebro humano.
Estremecerse significa, implícitamente, comprender; pero las
cualidades de esta percepción no se hallan en un formato al alcance de
nadie que vista el tejido del homo sapiens.
Mi admirado y llorado tenor Alfredo Krauss, quizás ejerciendo los
usos racionales provenientes de su inimitable técnica alemana, solía
afirmar el siguiente compendio filosófico: “ La emoción es un momento de
la inteligencia”. Un servidor de ustedes ha reflexionado en torno a la
aludida máxima; y, con todos mis respetos, he llegado a la conclusión
parafraseada, quizás errónea, de que la emoción es un momento del
corazón, órgano metafórico y simbólico, que condensa y registra, a modo
de disco duro, las esencias consustanciales, intangibles, intemporales e
imperecederas del individuo.
Esas semillas- queridos sostenedores de una civilización que se
desploma despaciosamente- a las cuales he denominado esencia, son las
mismas que la pasada mañana, con motivo de mi estancia en vuestra aula,
sembrasteis, generosamente, sobre la tierra mi espíritu.
Dentro de dos mil años- válganos el ejemplo-, un aspirante a poeta,
tan idéntico a éste que hoy os habla, mientras converse con un grupo de
alumnos-as, experimentará un relámpago sobrenatural en el ágora luminosa
de sus pupilas, vislumbrando en ellas la memoria del milagro fértil de
la primavera que en mí insuflasteis.
¡Muchas gracias!
Os abraza,
Santiago
Leganés, a dieciséis de enero de 2013